Los militares y los policías son funcionarios del Estado sometidos a una disciplina rigurosa que no deben saltarse. Es la garantía de su imparcialidad. Por tanto, no cabe que intervengan en la actividad política, como ha ocurrido en la celebración del día de la patrona de la Guardia Civil en el cuartel de Sant Andreu de la Barca. Sin duda, un militar puede tener sus opiniones que con seguridad en estos momentos no serán muy positivas después de que desde las instituciones autonómicas catalanas se haya puesto en duda la actuación de los agentes judiciales en el reciente caso de los CDR detenidos o que desde en el Parlament se haya aprobado una absurda moción instando a la salida del territorio de los 3.100 agentes del instituto armado.
Aun y compartiendo las razones que pueda tener para el enojo, incluso defendiendo la necesaria presencia de la Guardia Civil en Cataluña, como en el resto de España, un alto responsable del cuerpo no debería entrar en el debate ni responder a las agresiones que lanzan los políticos nacionalistas. El discurso de ayer de Pedro Garrido Roca, nacido en Lleida hace 61 años, sorprendió tanto que los cargos de los Mossos d'Esquadra presentes en el acto se quedaron de una pieza. No tuvieron capacidad de respuesta hasta que, terminado el capítulo oficial, se pusieron de acuerdo en no asistir al vino español con que se cerraba el evento.