La denuncia de dos turistas italianos a los que un taxista de Barcelona ha cobrado 40 euros por un trayecto de apenas diez minutos --cuyo precio real es de 11 euros-- debería encender todas las alarmas. Este tipo de timos es propio de países tercermundistas y, si lo que se quiere es cambiar el modelo turístico para atraer a visitantes de mayor poder adquisitivo y reducir la masificación, este no es el mejor camino. La Dirección General de Transportes y Movilidad de la Generalitat, cuyo responsable es Pere Padrosa Pierre, debería ponerse las pilas.