El balance triunfalista que ayer hizo Quim Torra sobre su primer año de mandato no se corresponde con la realidad. El presidente de la Generalitat recurrió a diversas argucias para camuflar su inacción en todo aquello que no tenga que ver con la independencia.
Así, por ejemplo, presentó como un éxito pactos alcanzados sin consenso --como en el caso de la FP o la segregación escolar--, medidas aprobadas minutos antes de su comparecencia en un tema tan delicado como la Renta Garantizada de Ciudadanía --cuya mala gestión ha dejado en la estacada a miles de personas--, u otras que en realidad las paga el Estado, como las destinadas a erradicar la violencia de género.
Mientras tanto, el gobierno catalán continúa sin revertir los recortes iniciados en el mandato de Artur Mas, generando problemas como el expuesto esta misma semana por las universidades públicas catalanas, alertando sobre su crítica situación debido a la falta de inversión. Y eso, a pesar de tener las tasas más altas de toda España. Cuestiones ante las que los gobiernos nacionalistas de turno, como Torra ayer, se escudan aludiendo a la tan manida excusa del "déficit fiscal".