Lluís Llach no tuvo ayer su mejor momento cuando compareció ante el Tribunal Supremo en el juicio contra los 12 acusados de organizar el referéndum ilegal del 1-O. Se puede entender que como testigo de la defensa barriera para casa, pero la alusión que hizo a su propia condición sexual fue muy desafortunada.
Manuel Marchena, el presidente de la sala, hizo bien en interrumpirle y llamarle la atención. Pero aún hizo mejor en la forma en que argumentó la amonestación que daba al conocido cantautor y activista, porque en ningún momento repitió las palabras de Llach y evitó hablar de sexualidad u homosexualidad. Jaque a la propaganda victimista que no respeta las fronteras del mínimo decoro hasta quedar en ridículo.