El presidente del Parlamento de Cataluña hace muy bien cuando no quiere dejar a Josep Costa, el vicepresidente primero, al frente de una sesión plenaria de la Cámara. Sabe que su compañero de mesa podría causar un desastre sin remedio. Desde ese punto de vista, es fácil de entender que pida al Tribunal Supremo que procure citarle como testigo un día en el que no se celebre pleno. Ahora bien, no deja de sorprender ese cuidado por no interferir ni suspender la actividad parlamentaria cuando lo ha hecho en otras ocasiones por motivos mucho más cuestionables, como su viaje a Madrid para acompañar a Quim Torra y asistir como público a alguna sesión del mismo juicio por los acontecimientos en torno al referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017.