A nadie se le caen los anillos por viajar en el transporte público, por más incómodo que pueda resultar. Ahí tenemos el ejemplo del hotelero Joan Gaspart, que después de decenios de no practicarlo se ha visto en la obligación de coger el Metro de Madrid para llegar hasta Ifema. Estaba muy contento con su experiencia, según ha confesado después. En cualquier caso, la fotografía que inmortaliza el momento no muestra precisamente a un hotelero feliz, sino a alguien ligeramente temeroso que se agarra al asa extensible de la maleta como quien se siente encerrado tras unos barrotes.