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Rodrigo Rato ingresó ayer en la cárcel de Soto del Real para cumplir los cuatro años y medio de prisión a los que fue condenado por el caso de las tarjetas black de Caja Madrid. La imagen de todo un exvicepresidente del Gobierno y exministro de Economía en los ejecutivos de Aznar entrando en prisión son una buena noticia para la justicia española, pero una vergüenza para un personaje que alcanzó las más altas cotas institucionales a nivel nacional e internacional y que no supo poner freno a su avaricia. Su petición de perdón tampoco le exonera de su responsabilidad moral.