Roger Torrent, el presidente del Parlament, resistió este jueves la presión de los diputados de Junts per Catalunya y se plantó ante sus peticiones para que cometiera una ilegalidad. Aunque la fórmula acordada finalmente para suspender a los diputados que se encuentran en prisión, pero con la delegación de voto, tras designar a otro miembro del respectivo grupo parlamentario, no cuenta con el aval de los letrados del Parlament, Torrent fue taxativo con los representantes de Junts per Catalunya.
Forzó, incluso, una cumbre con el presidente Quim Torra para hallar un acuerdo, que sigue siendo muy frágil. Torrent ya se postuló con claridad cuando el mismo grupo quiso forzar la investidura de Puigdemont. El problema es que Torrent mantiene luego una retórica que casa mal con sus actuaciones. Si bien los independentistas todavía no han traspasado líneas rojas, como hace ahora un año, ese discurso en el que se defiende una república que no existe da alas a una parte de la sociedad catalana que sigue creyendo que todo es posible y en todo momento. Torrent ejemplifica el tono diferente de Esquerra, más apegado a la realidad, pero todavía sin acabar de aterrizar.