El independentismo interpreta la resolución de la justicia alemana sobre la extradición de Carles Puigdemont como un varapalo --uno más-- para el juez Pablo Llarena. Obviamente, que los tribunales enmienden la euroorden no es una buena noticia para el magistrado, quien mantiene que el expresidente cometió rebelión. Pero Llarena es un hombre tenaz que no se deja amedrentar ni por los reveses judiciales ni por las amenazas independentistas. Las hubo en forma de pintadas en su casa de La Cerdanya.