Sor Lucía Caram, monja dominica contemplativa, lleva a cabo una ingente labor social en Manresa (Barcelona) de la que pocos dudan. En el caso de la crisis de los refugiados del albergue de la Fundació Germà Tomàs Canet, no obstante, no ha obrado con la debida diligencia. Despertó tarde, dos semanas después de conocerse la crisis. Cuando lo hizo, no garantizó amparo a los demandantes de asilo.
Caram era conocedora del malestar en el hogar solidario porque opera allí unas duchas sociales de la Fundación Rosa Oriol, y porque la instalación era antes un convento religioso. Sabedora de que el grupo de 80 refugiados llevaba meses de quejas, la religiosa no actuó hasta que el asunto trascendió en la prensa.