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La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, tenía la intención de facilitar el acceso de las empresas del Tercer Sector, sin ánimo de lucro, se hicieran cargo de la atención domiciliaria de la ciudad, en la que el consistorio gasta 120 millones cada año. Hizo mucha propaganda de sus buenas intenciones, pero las multinacionales se llevaron la mayor parte del pastel del concurso público. Y ahora, en silencio, han renovado el contrato. Y es que una cosa es predicar, y otra distinta dar trigo.