Cuanto más se conoce de las actuaciones de Santi Vidal, más bochorno produce que este personaje haya llegado a ser magistrado y senador.
En las últimas fechas han trascendido dos comportamientos poco edificantes que se suman a la larga lista de salidas de tono del activista independentista cercano a ERC. Por una parte, la exigencia a este partido de que se le recolocase para dejar su acta de senador, cuando en enero pasado estalló el escándalo de sus declaraciones en las que aseguraba que el Govern tenía los datos fiscales de los catalanes y daba a entender que los habían obtenido de forma ilegal. El sueldo pactado en su nuevo destino fue de 3.000 euros al mes.
Por otra, un pinchazo de la Guardia Civil ha revelado que Vidal se presentaba públicamente como juez y senador pese a estar inhabilitado de la primera condición y haber dimitido de la segunda. Así lo hizo, al menos, para reservar una mesa en un conocido restaurante de Barcelona.