El expresidente de la Generalitat Artur Mas quiere poner sensatez al embrollo independentista que él mismo engendró. Loable resulta que contacte con empresas, que restablezca puentes y aconseje a su sucesor, Carles Puigdemont, que agote todas las vías de diálogo para evitar la aplicación de un 155 de consecuencias impredecibles. Pero se echa en falta algo de autocrítica.