El presidente e hijo del fundador de Celsa, Francesc Rubiralta, respira tranquilo. La banca acreedora le ha comunicado formalmente que facilitará la refinanciación que se abrió en febrero de 2016 para que la compañía no se hundiera por el abultado nivel de deuda que soporta. Una cifra que en ese momento llegaba a los 2.700 millones de euros, la más alta de las operaciones abiertas en los últimos tiempos en España.
Todo un hito que se ratificará en septiembre. Pero el empresario no ha obtenido carta blanca para proceder como le parezca. La dirección de Celsa estará fiscalizada por los acreedores, que avisan de que tomarán el control de la compañía si no se cumplen con las condiciones del convenio del que ultiman los detalles.