El empresario está al frente de Agrolimen, un imperio creado a partir de Gallina Blanca con una actividad tanto industrial como de M&A que muestra que no se duerme en los laureles de su actividad, en constante revisión para maximizar beneficios que, en el fondo, es el gran objetivo de toda empresa sea del tamaño que sea.
Pero todo ello se sustenta en un entramado societario opaco, con una información pública muy limitada y con optimizaciones fiscales que son legales pero cuestionables a la hora de rendir cuentas con Hacienda.
Carulla y sus hermanos ya coparon titulares y fueron señalados como defraudadores fiscales, un proceso que cerraron con un pacto que implicaba una abultada multa y la pena de telediario. Pero no se movieron ni un milímetro para ser más transparentes y rendir cuentas de forma pública, una cualidad indispensable en la empresa del siglo XXI.