Pablo Machín nunca fue una estrella del fútbol. Jugó la mayor parte de su trayectoria profesional en el Numancia, el club de su ciudad natal. Era un defensa contundente y de ideas claras. Nunca salió de casa, siempre se quedó en Soria.
Los castellanoleoneses pronto vieron su capacidad para entrenar. Pasó por todas las categorías posibles: filial y segundo míster del primer equipo, hasta que le llegó la oportunidad de ser el primer técnico. No tuvo demasiada suerte y merodeaba por la zona media de segunda división.
Le apareció la oportunidad del Girona en 2014. Consiguió el título a mejor entrenador de segunda división en su primer temporada en Montilivi, pero eso no le sirvió para ascender. Tras dos play-offs de infarto donde el equipo catalán se quedó con la miel en los labios, el domingo el Girona certificó el histórico ascenso a la máxima categoría, y él seguirá al frente del club un año más.