Gerard Ardanuy tiene tan claro lo que quiere para Barcelona que no le da miedo cabalgar en solitario. Apenas lleva dos meses como concejal no adscrito en el consistorio barcelonés después de su separación con el grupo del exalcalde Xavier Trias (antigua CiU, ahora grupo Demòcrata) y su próximo objetivo no es poco ambicioso: conseguir dos o tres regidores, unos 30.000 votos.
Reflexiona sobre las políticas municipales actuales y anteriores con la lucidez de quien ha gobernado en la capital catalana durante unos años y sabe de qué pie cojea una ciudad tan mayestática como compleja. Sabe dónde colocar las piezas para que el tablero quede equilibrado.
La cosa se descuajaringa cuando se posiciona sobre el proceso independentista de Cataluña. Ardanuy se declara un fiel separatista y cree, con un convencimiento casi católico, que realmente se celebrará un referéndum como Dios manda y que el Gobierno de Carles Puigdemont constituirá una república desconectada del resto de España. Y de la realidad.