La tormenta entre el PDECat y Junts per Catalunya está lejos de amainar. Los de Puigdemont no ceden ni un ápice y los de David Bonvehí intentan un acuerdo de última hora que les permita ir con la cabeza alta. El riesgo de quedar laminados en unas elecciones, y lo que comportaría a cientos de cuadros del PDECat, enciende todas las alarmas en el partido substituto de Convergencia, que está librando una guerra sin cuartel con los otros herederos de Pujol, aunque tratan de matar al padre.
Algunos sectores dan por segura la ruptura y Marta Pascal, la líder del PNC, espera ansiosa poder cerrar alguna fórmula con los restos del PDECat. Con ello, quiere construir un espacio que se parezca más a Urkullu que a Otegui, según ha dicho en sus últimas declaraciones, aunque sea a costa de perder la centralidad alejándose de Units per Avançar de Albert Batlle y Ramón Espadaler.
Sin embargo, el pavor se adueña del PDECat que, de puertas afuera, saca pecho y reta a Puigdemont pero, de puertas adentro, intenta acercar posiciones a la desesperada utilizando personas interpuestas. Esto sucedió el pasado sábado: en pleno estío, y con pocas cámaras danzando, David Bonvehí se acercó a la cárcel de Lledoners a parlamentar con el líder de la Crida y Junts per Catalunya, Jordi Sànchez. Nada se sabe del encuentro, pero que se produjera ya es, en sí mismo, noticia. Bonvehí quiere un acuerdo con Puigdemont. Quedarse fuera es un riesgo que ni puede ni quiere asumir.