Quim Torra está consumiendo sus últimos meses en la presidencia de la Generalitat. Las dudas sobre cuándo convocará elecciones son motivo de tertulias y artículos. Algunos fijan las elecciones el 27 de septiembre o el 4 de octubre, haciéndolas coincidir con días “históricos” del independentismo procesista. Otros, incluidos ciertos entornos próximos a Puigdemont, pretenden retrasarlas lo máximo posible, aunque en previsión, el expresidente de la Generalitat acelera la formación de su nuevo partido ante la previsible ruptura del PDeCAT.
Sin embargo, ni unos ni otros convocarán. El único que lo hará será Torra. El presidente catalán sabe que el 17 de septiembre se reunirá el Supremo. Fuentes jurídicas no dan mucho margen para que el alto tribunal fije la sentencia de inhabilitación porque el “caso está claro y además el propio Torra se inculpó”. Con esta previsión, las elecciones se harían en enero o febrero y Torra dejaría de ser presidente. Por tanto, hasta la celebración de las elecciones, el presidente en funciones sería el vicepresidente, a la sazón candidato de Esquerra Republicana de Catalunya, Pere Aragonès.
Esta posibilidad pone de los nervios a Torra y a buena parte de sus correligionarios en el Palau de la Generalitat. Por eso, coge fuerza la posibilidad de un adelanto electoral a septiembre o octubre. De esta forma, Torra se garantiza dos cosas. Una, que las elecciones las convocará el presidente de la Generalitat y no el Supremo, y la segunda, ser el presidente en funciones hasta la cita electoral, y dejar en la estacada a Aragonès. Con Torra inhabilitado, Aragonès sería el presidente en funciones, un activo seguramente para su campaña.