El 17 de mayo de 1990 se emitió el último capítulo de Falcon Crest, la serie norteamericana ambientada en el Valle de Napa, aunque en la ficción se bautizó como Valle de Toscany, que narraba las continuas crisis entre los propietarios de los viñedos. Estamos casi en esa fecha, y las entretelas de aquella serie siguen vigentes más que nunca en el agro catalán. El año pasado las pugnas por el precio de la uva fueron serias y las desavenencias llevaron a que nueve bodegas abandonaran la DO Penedès para crear Corpinnat. Hoy, la situación es mucho peor. El pánico se está apoderando del sector del cava, que ve como sus ventas caen en picado por el cierre de restaurantes y hoteles, y por el nulo consumo en los países que consumen habitualmente, por el encierro. Se puede exportar pero el consumidor final ha desparecido.
El sector está pidiendo ayuda de la Administración. Como ya hizo el Institut Agrícola de Sant Isidre hace un par de semanas enviando una carta al Ministerio de Agricultura, el cava pide a la Administración “fomentar la destilación” --destinando alcohol a los productos sanitarios, por ejemplo-- para aliviar los problemas de sobrestock. Además, el precio del kilo de uva irá a la baja por la situación de confinamiento y las ventas están bloqueadas. La Semana Santa ha sido todo un suplicio y el verano no pinta mucho mejor porque los turistas extranjeros no vendrán y el turismo interior estará bajo mínimos. Todavía no hay cifras oficiales sobre la situación real del sector, pero los más optimistas sitúan la caída de ventas en un 80%.
El sector del cava se está aferrando a la celebración de la verbena de Sant Joan, al menos para que se reactive el consumo interior, aunque sea tímidamente. El 17 de mayo, 30 años después del final de Falcon Crest, el guion que se escribe en nuestros viñedos supera con creces la ficción de esta serie mítica.