El eterno debate estos días es saber si las medidas adoptadas contra el coronavirus son adecuadas. Unos afirman que habría que ir más allá. Otros, lo contrario. E incluso, algunos, consideran que todo esto se está saliendo de madre. Este debate se produce a todos los niveles. Y los ayuntamientos no están excluidos, aunque de vez en cuando algún consistorio no está a la altura. Este es el caso de Vilanova i la Geltrú (Barcelona), donde se ha decidido suspender el 100% del servicio de limpieza de jardines y reducir la limpieza viaria en un 80%. En la capital del Garraf solo se recoge la basura. Y no toda. Los muebles y enseres depositados en la vía pública se quedan en la calle.
La oposición socialista ha criticado esta medida porque considera que el personal de jardinería se podría emplear para tareas de desinfección de la ciudad, siguiendo el ejemplo de Olivella o de Sitges. Ante estas criticas políticas y de entidades ciudadanas, el gobierno municipal --ERC, JxCat y la CUP-- dice ahora que está negociando con las empresas concesionarias tomar este tipo de medidas. Eso sí, ha puesto a caldo al PSC por criticar esta actuación amparándose en los difíciles momentos que se están viviendo.
De sabios es rectificar, dice el dicho, aunque sea tarde. Si hay que lavarse las manos con insistencia no parece sensato ni cabal suspender la limpieza de las ciudades. Se pueden tomar medidas. O no hacerlo. Pero el ridículo es una fina línea que no se puede atravesar en política.