Aunque esté a más de 1.000 kilómetros de distancia, Carles Puigdemont manda, y mucho, en la Generalitat. El martes pasado el Consell Executiu nombró a Gorka Knorr nuevo delegado en Madrid, un cargo que estaba vacante desde que Ferran Mascarell se presentó a las elecciones municipales por el Ayuntamiento de Barcelona. El puesto no tiene una gran responsabilidad, y tampoco carga de trabajo, pero está muy bien remunerado: más de 6.000 euros mensuales.
Knorr ha recibido así un premio de consolación después de que no resultara elegido eurodiputado: iba en el puesto número cinco de la lista que encabezó el expresidente huido. La candidatura obtuvo dos escaños, y aunque sus titulares no pudieran ocupar el escaño él difícilmente conseguiría acceder al cargo, que comporta unos ingresos de 10.000 euros mensuales.
El que se ha quedado con las maletas hechas ha sido Xavier Trias, a quien la actual presidencia de la Generalitat le había tanteado para que ocupara la poltrona madrileña como compensación por su larga trayectoria política y como retiro dorado.