Tras conocerse los datos de audiencia digital en España correspondientes al pasado mayo, el consejero delegado del Grupo Godó, Carlos Godó Valls, hijo del presidente y principal accionista, circulaba eufórico por las plantas nobles del edificio barcelonés de Francesc Macià. Lavanguardia.com arrebata el liderazgo español en número de lectores a cabeceras españolas como El País, El Mundo o Abc, todas ellas líderes históricas de los rankings multiplataforma que elabora la americana Comscore para el mercado español.

Aunque la diferencia con el segundo medio, propiedad del grupo Prisa, ha sido casi inapreciable, el dato resultaba suficiente para colgarse en el pecho la medalla de líder absoluto de los medios de comunicación digitales en España. La noticia era el aldabonazo que Carlos Godó esperaba para, tras sus reiterados fracasos con el negocio de la televisión del grupo (8TV, una fuente inagotable de pérdidas para sus accionistas), reivindicarse como un ejecutivo preparado para relevar a su padre Javier al frente de las riendas del holding de comunicación.

Polémica por los datos y el ranking

Lo cierto es que dos meses antes de producirse este récord Comscore había visto como el digital de los Godó polemizaba con El Mundo y se solicitaban revisiones cruzadas de los datos de marzo y abril que situaban al medio que dirige Jordi Juan como segundo y relegaba al de Unidad Editorial a tercera posición. Tras una primera revisión y una posterior corrección, Comscore ratificaba el ascenso de La Vanguardia. El enfado en las alturas de Francesc Macià por el cuestionamiento de sus métodos y cifras se resumía en una información publicada el 29 de mayo pasado en la que el grupo escribía una última línea muy significativa: “Dejemos trabajar a Comscore en paz”.

Con el liderazgo en la mano, Carlos Godó intenta demostrar ante los ejecutivos del grupo y, en especial, ante su padre y hermana que ya ha llegado el momento del relevo al frente de la corporación, según explican fuentes próximas a la familia. Un proceso al que su progenitor no parece estar dispuesto todavía, ya que según esas mismas fuentes de su entorno el conde y editor se encuentra en plena forma y no quiere renunciar a su poder en la empresa familiar, menos todavía dada compleja situación política que se vive en Barcelona, Cataluña y España. Javier Godó confiesa a sus allegados que su hijo conoce bien los entresijos de la compañía, ya que tiene un perfil muy marcado de gestor, pero insuficiente en el papel de editor de medios.

¿Es también influyente?

En algunos círculos de influencia de Barcelona la noticia del nuevo liderazgo digital ha sido acogida con escepticismo. Se atribuye, sobre todo, a una política de los directivos del medio más volcada hacia la consecución de objetivos cuantitativos que cualitativos. “El digital de La Vanguardia –sostienen en determinados ámbitos– no influye, como todavía lo hace la edición en papel y, por supuesto, la radio del grupo [RAC1]”.

Algo similar sucede en el entorno de las empresas de medios de comunicación de Madrid. Tanto los tradicionales en papel como los nuevos nativos digitales conceden al digital de los Godó la condición de “regional bien hecho, pero sin influencia sobre los poderes”. Todos reconocen, sin embargo, que La Vanguardia ha conseguido, por ejemplo, tener uno de los mejores departamentos profesionales de lo que se conoce como SEO, las siglas en inglés de los procesos técnicos por los que se preparan los contenidos para ser indexados por los grandes buscadores, en especial Google.

La misma rumorología de la competencia hace cábalas en la capital de España sobre las decenas de miles de euros que le cuesta al grupo catalán cada mes la adquisición de audiencia en redes sociales, publicaciones especializadas y otros sistemas, de mayor o menor ortodoxia en el sector, que se han comenzado a divulgar una vez ha alcanzado el liderazgo español.