Ramon Espadaler ya no es un alma en pena ni tiene que agachar la cabeza cuando se cruza con sus excompañeros del Govern o de Unió. El clima de distensión entre el Gobierno de Pedro Sánchez y la Generalitat ha resituado a Espadaler, cuya arriesgada apuesta de conducir los restos de Unió hacia el socialismo catalanista no ha salido del todo mal. Quienes le acusaron de traidor y le retiraron el saludo mantienen ahora unas relaciones de lo más cordiales con los actuales compañeros de Espadaler.
Unió quedó partida en dos grupos irreconciliables. Los seguidores de Antoni Castellà y Núria de Gispert asumieron el esencialismo nacionalista más retrógado y optaron por acogerse a la sombre de ERC, donde pretenden representar la sensibilidad más "auténtica" del independentismo. El viraje de Espadaler fue mucho más suave y ahora, bien acomodado en el grupo parlamentario de Miquel Iceta, vuelve a estar en las posiciones habituales de aquella Unió que hizo de la negociación su sello.