Lluís Prenafeta, Joan Guitart y algunos otros supervivientes de la prehistoria de Convergència tienen por norma reunirse todos los viernes en un estupendo restaurante de la calle Aribau de Barcelona. En muchas ocasiones cuentan con la docta presencia de un monseñor de la Iglesia y a veces hasta se deja caer Jordi Pujol. Macià Alavedra era un habitual de esos encuentros hasta que ingresó en una residencia. Francesc Sanuy, fallecido el año pasado, fue el impulsor del contuberni de los viernes, suculenta reunión en todos los sentidos que se mantiene viva.
Los avis nacionalistas, sumos sacerdotes del catalanismo, capos di tutti capi, pasan de lazos amarillos y son sumamente críticos con sus sucesores, a los que tachan de ignorantes de la vida, previsibles y torpes patanes. Da gusto verlos. Están cascados, claro, pero son rápidos y se mantienen lúcidos. Este viernes por la tarde se fueron a tomar el bajativo a un nuevo local que se llama Sinatras. Prenafeta estaba magnífico y Guitart exhibía su aire de sabio despistado mientras el imponente monseñor contaba la historia del hijo de un pastor protestante que se ha convertido al catolicismo y ha ingresado en el seminario. Fumaban, bebían y conversaban sobre la situación y sobre la vida.