Malestar en UGT de Cataluña por la aparición en las quinielas del nuevo Gobierno de la Generalitat del nombre de Laura Pelay al frente de la consejería de Treball. Un relevo que sobre el papel es lógico, ya que ERC recurrió a otra sindicalista de la formación para encabezar el departamento en la legislatura pasada, Dolors Bassa (hoy en prisión provisional en la causa del procés), pero que incide en la batalla interna en la formación.
Pelay, vicesecretaria general del Área Externa y portavoz, es considerada una de las principales organizadoras del sector independentista en el sindicato. Ha sido una defensora acérrima de que se uniera a la manifestación independentista para reclamar la libertad de los políticos presos el pasado 15 de abril y de que el secretario general, Camil Ros, estuviera presente en reclamaciones del procés, incluso cuando UGT ha sido abucheada.
Más allá de esta anécdota, tal y como insisten desde los favorables a la secesión en UGT, estas decisiones políticas han pasado factura al sindicato. Las bases han exigido a la dirección neutralidad política y se ha puesto en cuestión la cohesión interna.
En este contexto se ha puesto en duda el papel de Pelay. Algunas voces críticas con ese uso partidista de la institución la acusaban de trabajar junto a otros miembros del secretariado, dirigentes territoriales y algunas federaciones más por ERC que por el sindicato. Incluso con el uso de información privilegiada de la organización e incidiendo en debates internos de gran calado.
Nunca se dio pábulo a estas afirmaciones, ya que la portavoz contaba con el apoyo directo del secretario confederal, Pepe Álvarez, y de sus allegados. Pero su posible paso a la Generalitat en el momento actual, cuando el sindicato está en horas bajas y se trabaja para intentar conectar de nuevo con los delegados, pone en cuestión este amparo.