La política catalana no puede calificarse de aburrida. De hecho, no para de ofrecer sorpresas. La última de ellas amenaza con fijar un pleno de investidura para la Semana Santa. De momento, no hay candidato --solo rumores--, ni tampoco hay una mayoría garantizada porque depende de la CUP que se ancla en la abstención y de Carles Puigdemont y Toni Comín, que se aferran a su escaño como a un clavo ardiendo.
Después del fiasco del plan A, Puigdemont; del plan B, Sánchez, ahora toca el plan C, Jordi Turull. Los dardos envenenados no han tardado en salir. Los constitucionalistas lo han tildado del candidato del 3%. Los de la CUP juran y perjuran -laicamente claro- que a ellos nadie se lo ha propuesto, y los más malvados recuerdan que Turull era uno de los testigos --de un total de 36-- que CDC iba a presentar en el juicio del caso Palau y que salieron poniendo pies en polvorosa cuando Millet y Montull les enseñaron cómo se tira de la manta.
Eso sin olvidar que Turull era el acompañante habitual de Oriol Pujol en sus visitas al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Parece que Turull será el candidato. Si logra ser investido alcanzará la presidencia. No se sabe por cuánto tiempo, porque él también es un habitual de las visitas al Tribunal Supremo dado que está imputado. La investidura de los líos promete que tras la Semana Santa seguirá viva.