Las negociaciones para formar el gobierno efectivo en Cataluña avanzan lentas. Sólo parece claro que Carles Puigdemont dará un paso al lado cuando controle al presidente y, sobre todo, al nuevo Govern. Las conversaciones son largas y con pocos avances. Sobre el núcleo central del poder de la Generalitat los acuerdos son más bien escasos pero la negociación avanza por terrenos inescrutables y sorprendentes.
La delegación de Girona será para ERC. El Penedès y el Pirineo para Junts per Catalunya. El Institut pel Desenvolupament de les Terres de l’Ebre para los republicanos. Aquí parece que el cambio de cromos funciona, pero no llega a Presidencia, Economía o Interior, ni tampoco a las reclamaciones de los exconsejeros residentes en Bèlgica, que se agitan para recuperar su puesto --cosa imposible-- bajo el argumento de “recuperar el Gobierno legítimo”. La cosa se embarranca y el acuerdo no parece inminente. De hecho, Puigdemont no tiene garantizado todavía su modus vivendi. Casa, trabajo y financiación, y a ello se dedica con esmero. Los republicanos sí han encontrado un regalo para su líder: ERC se quedará con el control del Patronato de la Montaña de Montserrat.