Los turistas que entran en Barcelona por el norte, por la avenina Meridiana y después la calle Mallorca --casi todos los que vienen del norte--, se llevan una sopresa cuando están a la altura de Sagrada Familia. Y no es por la basílica, ni por los borlados de seguridad; y tampoco por la Fira de Santa Llúcia que rodea la plaza. Les llama mucho más la atención el enorme lazo amarillo, con el que los nacionalistas recuerdan a los activistas y políticos catalanes que aún están en cárcel preventiva, colgado en la fachada del edificio del chaflán de las calles Mallorca y Sicilia, lado montaña y Castelldefels. ¿Cómo se habrán puesto de acuerdo todos los miembros de la comunidad de vecinos para hacer ese pronunciamiento colectivo?
Lo que deja del todo desconcertados a los visitantes es cuando, después, ven cómo la televisión pública catalana proclama que el Gobierno español ha prohibido los lazos amarillos e incluso la utilización de ese color de forma pública.