Una valla casi opaca rodea la zona de la plaza Sant Jaume de Barcelona en la que se montará el pesebre estas navidades. Está formado, al menos de momento, por lo que parecen tres globos con detalles en el interior: un árbol con diferentes casas en cada rama en uno de ellos; una pareja sentada ante una mesa en otro; y un operario trabajando en el tercero.
La primera impresión lleva a pensar que quizá se trate de esas reliquias --también clasificadas como souvenirs-- que, cuando uno le da la vuelta, caen pequeños copos de nieve convirtiendo su interior en un típico y enternecedor paisaje navideño. Habrá que esperar a que se presente el pesebre en sociedad para descubrir si es así.
Lo que el ciudadano que pase por allí no acaba de ubicar del todo en ese paisaje es la oveja que permanece junto a un árbol de Navidad. No por el animal en sí, sino porque lleva pintada una bandera de Cataluña en el lomo. Un vigilante de seguridad que controla el perímetro del pesebre la observa con atención, como preguntándose qué relación tendrán las cuatro barras --y por qué se las implantan al animal-- con el paraje al que estamos acostumbrados habitualmente.
Una vez más, habrá que esperar a que se presente en sociedad para descubrir la función tanto de la oveja como de la bandera.