Ayer, día de la Fiesta Nacional española, el vicepresidente del Govern, Oriol Junqueras, escoltado por el consejero del ramo, Toni Comín, visitaban algunos hospitales de Barcelona para promocionar la nueva Ley de Sanidad Universal.
La norma elimina toda discriminación y abre las puertas de la sanidad pública a todo el mundo. Encomiable objetivo si no fuera porque Comín oculta la basura bajo las alfombras en aras de encumbrarse para más altos encargos políticos. El aspirante por ERC a la alcaldía de Barcelona y hoy gestor de la sanidad pública catalana --le gusta decir "el amo del Taulí soy yo"-- omitió a su jefe de filas que a la misma hora en que hacían el periplo 57 pacientes llevaban más de 24 horas en urgencias esperando hospitalización: 35 en Valle Hebrón; cuatro en el Hospital del Mar, seis en Sant Pau y 12 en el Clínic certificaban lo que el conseller estrella del gobierno de Carles Puigdemont no quiere que trascienda.