La Mesa del Parlament no ha puesto en el orden del día la discusión y aprobación del dictamen de la Comisión Constituyente con el objetivo de evitar ser objeto de sanción por parte del Tribunal Constitucional que ha avisado de su inconstitucionalidad. Pero, hecha la ley, hecha la trampa. El pleno puede someter a votación el dictamen si lo piden dos grupos, y “haberlos haylos”, como las meigas: la CUP y Junts pel Sí.
Mientras se deshoja la margarita y los sufridos ciudadanos aguardamos expectantes, el dictamen de la comisión se está analizando con lupa. Miquel Iceta, el líder socialista, nos da una pista de que pintan bastos. Si se aprueba el dictamen, el Parlament se disuelve porque “la Asamblea Constituyente, una vez convocada, elegida y constituida tendrá plenos poderes”. Sus decisiones “serán de cumplimiento obligatorio para el resto de los poderes públicos” y ninguna de estas decisiones “será susceptible de control, suspensión o impugnación por parte de ningún otro poder, juzgado o tribunal”. O sea, ¡el Parlament ha muerto! Más bien, se ha suicidado.