En el PP están pochos. Mariano Rajoy sube en votos, será el primero el 26J, pero los populares no levantan cabeza en número de diputados. Es más, las cuentan no salen y los diputados bajan. Además, se ven en brazos de su máximo adversario para llegar a la Moncloa. Pedro Sánchez, necesitado de un manual de autoayuda por su nuevo descalabro, será otra vez el árbitro. Esa certeza ha removido las aguas populares y el run run de la continuidad de Rajoy al frente del partido vuelve a ser top ten. La sucesión vuelve a ser el oscuro objeto de deseo. Todos lo niegan, pero todos saben de su existencia.
En Génova, ayer se escudriñó el CIS de norte a sur, de este a oeste. Provincia a provincia. Y en esas estaban cuando se advirtió que Pablo Casado, candidato por Ávila, podía llevarse los tres diputados en liza por esta provincia. El joven, y correoso, vicesecretario general de comunicación del PP puede arrasar en su circunscripción y nadie duda que es un valor en alza. De hecho, Casado no da abasto en su agenda para dar respuesta a las numerosas peticiones que está recibiendo para participar en mítines electorales. ¿De Ávila? No. De toda España. ¿Será que lo ven como el sustituto?