José María Álvarez, el nuevo secretario general de UGT, no está dispuesto a pasar de puntillas en su nueva responsabilidad. En sus primeras semanas al frente del sindicato, Álvarez ha culminado --con luces y sombras-- la reestructuración orgánica y ha cerrado la dirección catalana con una bicefalia. Al tiempo, ha empezado a adelgazar la estructura que para muchos era poco ágil y estaba sobredimensionada.
Álvarez dará un paso de gigante en los próximos días. Un paso testimonial pero con gran enjundia en la UGT. Se trasladará junto a su ejecutiva y colaboradores al edificio de la Avenida América, en el que están las federaciones sectoriales, abandonando el convento de la calle Hortaleza, tradicional sede de la ejecutiva confederal desde que Nicolás Redondo ubicó allí su despacho y del que Cándido Méndez nunca salió.