Al Barça no sólo se le conocen asuntos judiciales diversos y multiplicidad de frentes abiertos externos en términos de opinión pública. En su seno, el nuevo presidente, Josep Maria Bartomeu, tampoco ha podido serenar los ánimos entre el equipo encargado de sacar adelante la gestión del club.
Por fortuna, la pelota entra cada fin de semana y la trayectoria deportiva es intachable. De no ser así, las difíciles relaciones entre el vicepresidente del área de Media y Comunicación, Manel Arroyo, y el director general, Ignacio Mestre, habrían aflorado ya.
Falta de información
Arroyo no se entiende con el primer ejecutivo del club. Le pidió a Bartomeu tener toda la responsabilidad sobre el área de márketing y no reportar con el CEO del club. Se da la circunstancia, entonces, de que Mestre se ve en la obligación de confeccionar sus presupuestos anuales sin tener información directa del apartado más importante: los ingresos. Por si eso fuera poco, el ejecutivo tampoco controla el gasto en jugadores, lo que dificulta aún más sus tareas.
Arroyo está fuerte en la directiva, aunque sobre sus espaldas pesa la negociación con Qatar Airways, el patrocinador principal del club. Que mantenga ese estatus especial concedido por el presidente está muy vinculado al éxito o al fracaso de esas conversaciones con el emirato.