El pasado mes de febrero falleció en Barcelona, a los 97 años de edad, José María Bosch Aymerich. Dotado de una mente privilegiada, se doctoró en ingeniería industrial y en arquitectura en Barcelona. Luego fue el primer estudiante español en el prestigioso MIT de Massachusetts, cuyo máster de dos años terminó en uno solo.
Bosch Aymerich fue un empresario legendario y un trabajador infatigable. Dirigió obras en medio mundo, incluidas autopistas, refinerías petrolíferas, bases militares y puertos. Fue un visionario y un adelantado a su tiempo. Su intervención fue decisiva para que la fábrica de la Seat se ubicara en la Zona Franca y no en algún paraje de la meseta.
Bosch residió durante los últimos años de su vida en un piso sito en Paseo de Gràcia/Diputació. Legó todos sus bienes a una fundación que lleva su nombre. Se estima que el valor del patrimonio supera con creces los 1.000 millones de euros.
En virtud de las disposiciones testamentarias que había dictado, a su fallecimiento, se hizo cargo de la fundación su sobrino Andrés Escarpenter, hombre discreto y de una austeridad a toda prueba. Durante un largo periodo ejerció de consejero delegado de la consultora inmobiliaria Jones Lang Lasalle en Barcelona, hasta que fue llamado a dirigirla en Madrid. A la muerte de su tío dimitió de inmediato y regresó a la Ciudad Condal para asumir el mando de sus negocios.
Las vastas posesiones de Bosch Aymerich incluyen la estación de esquí de La Masella, que él construyó, una red de hoteles, urbanizaciones enteras, valiosos inmuebles en varios países y una soberbia colección de obras de arte, entre otros muchos activos.