El sector del cava catalán fue uno de los primeros en encender las alarmas ante el procés. Perdieron un 10% del mercado con el primer boicot en España en 2004 debido a la polémioca que desató Josep Lluís Carod-Rovira con su boicot a la candidatura de las Olimpiadas de Madrid, y desde hace años intentan evitar que el envite independentista les pase factura.
Ante el nuevo escenario, han adoptado un perfil bajo y aseguran públicamente que la situación no se ha repetido. El problema es que sí han experimentado un nuevo boicot y con una derivada aún más complicada para la cuenta de resultados: el mercado español no puede crecer para los bodegueros.
Los profesionales del sector encuentran grandes dificultades para llegar a nuevos distribuidores, a nuevos clientes. Aseguran que los contratos rotos por este tipo de cuestiones son testimoniales, pero el problema es que no pueden aspirar a crecer más en el mercado interno.
Explican, asimismo, que más que una posición política de los distribuidores contraria a los productos catalanes, lo que motiva la cerrazón es una cuestión puramente empresarial. Son pocos los que apuestan por arriesgar con un producto catalán por la incertidumbre de la salida que pueda tener.
Esta realidad dista de las consecuencias del boicot de hace 11 años. En ese momento, lo que notaron los vendedores de cava fue que los consumidores más politizados dejaron de comprarles y que algunos supermercados, de forma muy aislada, retiraban botellas del lineal. Perdieron el 10% de la facturación y nunca han vuelto a recuperarla.