Joan Laporta heredó un equipo de baloncesto muy potente cuando accedió a la presidencia del Barça en marzo de 2021. Con Jasikevicius de entrenador y Mirotic como estrella, el equipo azulgrana ganó la Liga ACB en 2021 y en 2023. Además, se clasificó tres años consecutivos para la Final Four. El pasado verano, Laporta recortó el presupuesto de la sección. Le hubiera gustado fichar a Xavi Pascual, con contrato con el Zenit, pero no pudo, y activó el plan B. Un plan B muy arriesgado: Roger Grimau.
Grimau asumió el mando del Barça sin experiencia alguna en la élite. Defendido por Juan Carlos Navarro, apuesta por un baloncesto ofensivo y desenfadado. El problema es que no conecta con los jugadores. Le falta carácter. No tiene el carisma ni la autoridad de Jasikevicius y el Barça actual es un reflejo de su personalidad. En los momentos decisivos no muestra carácter, no da un golpe sobre la mesa. La charla del último tiempo muerto contra el Olympiakos fue de lo más soporífera, impropia de un partido de semejante calibre y de un técnico de primer nivel.
Malas decisiones; falta de carácter
Grimau tampoco supo leer las necesidades del partido y confiar en los jugadores más inspirados. Se empeñó en poner a los de siempre, que no tenían el día, y compartieron minutos Ricky Rubio (6 puntos en 19 minutos) y Satoransky (2 puntos en 26 minutos), dos jugadores con escaso lanzamiento de tres. El fichaje más caro del curso, el mejor pagado, Willy Hernangómez, apenas jugó 12 minutos y firmó 9 puntos. Vesely, que comparte su posición, firmó 6 puntos en 27 minutos. Jabari Parker hizo 4 punto en 30 minutos y Kalinic no anotó en 19.
La temporada, salvo sorpresa final, acabará mal. El Barça de basket no es fiable, como tampoco lo es el de fútbol. Y si Xavi está bajo sospecha, Grimau tampoco seduce demasiado. Los dos, curiosamente, seguirán la próxima temporada. O eso parece.