Isco no quiere reconciliarse con Santiago Solari. El malagueño se mantiene en sus trece, terco y orgulloso como él solo. No está abierto a cambiar de actitud. No quiere acercarse a su técnico. Y ni si quiera atiende los intentos de mediación de sus compañeros.
Sergio Ramos ejerció de capitán en el affaire Isco. Los dos son buenos amigos y Ramos creyó que podría interceder para mejorar la situación de su compañero. Pero Isco no pone de su parte.
El capitán del Real Madrid habló con Isco antes de viajar a los Emiratos Árabes. Trató de convencerlo de que todavía había margen para reconducir su situación. Isco solo debía poner un poco de actitud. Mostrarse afable. Abierto al diálogo. A acercar posturas. Ramos, por su parte, se encargaría de reintegrarlo al grupo y mediar entre él y Solari. Ambos llegaron a un entendimiento en este punto. Pero a la hora de la verdad Isco volvió a sumirse en la apatía.
La indiferencia de Isco
El rencor pudo con el malagueño. La honda animadversión que siente hacia su técnico. En la final ante el Kashima, Isco volvió a sentarse en el banquillo. Era de esperar. Ningún conflicto se soluciona de la noche a la mañana. Isco sustituyó a Lucas Vázquez mediado el segundo tiempo y con el encuentro ya sentenciado. Los 22 minutos disputados no le sirvieron, sin embargo, para ganarse el puesto en la final. Tampoco la baja de Marco Asensio.
Una foto de Isco y Santiago Solari / EFE
Lo cierto es que Isco fue del todo despreciado por Solari en la final. Y eso le dolió. Lo tuvo calentando durante la segunda parte, pero el técnico optó por Ceballos, Casemiro y Vinicius antes que el malagueño. Isco no disputó ni un minuto.
El intento fallido de Ramos
Sergio Ramos se percató de la decisión de Solari y, cuando marcó el tercer gol del equipo en el minuto 78, corrió hacia Isco para celebrarlo con él. Intentó contagiarle su euforia, hacerle partícipe de la victoria, pero a esas alturas Isco volvía a tenérsela jurada a Solari. El centrocampista exhibió la misma indiferencia de siempre.
Al final del partido, durante la celebración del título, el malagueño se mantuvo en todo momento en segundo plano. Frío, distante, ajeno a sus compañeros. Ni siquiera dio la vuelta de honor y posó en la foto de los campeones enfundado en la sudadera. Su rostro adusto era un poema.
Solari se ha mostrado implacable con Isco. Antes de viajar a los Emiratos Árabes ya lo dejó sin jugar ni un minuto ante el Rayo, en la despedida de año del Bernabéu. En el Mundial de Clubes, el desprecio ha sido máximo.
Isco se marchó de vacaciones aún más cabreado con su técnico. Florentino Pérez no está dispuesto a consentir más al malagueño. Sergio Ramos lo ha intentado, pero no ha podido. Y ante este panorama todo apunta a que el centrocampista abandonará el Real Madrid a final de temporada. Pero el incendio que dejará tras de sí promete calcinar Valdebebas.