Isco planea su venganza. Lo tiene todo pensado. Sabe exactamente qué es lo que debe hacer para dañar la figura de Santiago Solari, su verdugo. El traidor. El causante de todos los males que azoran al malagueño. Pero Isco tiene un plan para hundir a su enemigo. Y, de hecho, ya ha empezado a ejecutarlo.
A fuego lento. Poco a poco. Isco cocina con paciencia su venganza contra Solari. Se relame con cada pequeña victoria. Cada gesto torcido de su técnico. Cada mueca de desesperación. Porque el caso Isco está haciendo mella en Solari. El entrenador argentino se ha visto superado por la situación. No sabe qué hacer. No sabe cómo gestionar la trampa que le ha tendido el malagueño.
Solari no convence
El Real Madrid de Solari no convence. El equipo sigue sin jugar a nada. Su fútbol es mediocre. Un dechado de impotencia. Es cierto que los resultados han mejorado con respecto a Lopetegui, pero los blancos siguen naufragando estrepitosamente cada cierto tiempo. El Eibar y el CSKA se encargaron con sendas humillaciones de destapar la farsa de Solari. Pero la dolorosa realidad del equipo blanco se hace evidente con sus triunfos agónicos ante rivales de mucha menor entidad.
El partido del sábado ante el Rayo Vallecano fue el mejor ejemplo. El Real Madrid despidió el año en el Bernabéu cuajando una nueva actuación gris, esta vez ante el penúltimo equipo de la tabla. Volvieron a ganar por la mínima, igual que la semana pasada ante el colista. Y sufrieron hasta el pitido final para aguantar el resultado. Es la triste realidad de este Real Madrid: pide la hora ante dos equipos en zona de descenso.
La indiferencia de Isco
Esta vez, Isco se miró todo el partido desde el banquillo. Arrellanado en su butaca, cómodo, sin inmutarse, sonriendo para sus adentros. Porque el malagueño se relamía ante una nueva actuación penosa de sus compañeros. Sin alharacas, como si con él no fuera la cosa. Al fin y al cabo él no estaba participando del triste espectáculo.
Tanto es así que Isco ni siquiera se movió de sus asiento para calentar. Se escondió en el banquillo. El partido no iba con él. Al final del encuentro, varios suplentes del Madrid se quedaron en el campo para realizar ejercicios de activación. Isco tampoco estaba entre ellos. Su mensaje a Solari fue claro: mientras seas el entrenador no voy a mover un dedo.
Isco en un entrenamiento con el Real Madrid / EFE
La indiferencia de Isco fue un puñal clavado en el corazón de Solari. Un ataque frío y velado ante el que Solari quedó desarmado. No supo reaccionar. Se quedó petrificado. Y no tuvo la valentía de obligarlo a calentar junto con sus compañeros por si era necesaria su participación. La determinación de Isco pudo con Solari.
La táctica de Isco
La indiferencia, el pasotismo, la frialdad es la táctica que Isco ha adoptado para mermar poco a poco la figura de Santiago Solari. Rencoroso como él solo, el malagueño ha decidido no dar un palo al agua mientras el argentino siga dirigiendo al equipo. No ayudará en lo más mínimo al vil verdugo que lo ha sumido en el ostracismo, arrebatándole el papel protagonista que otrora tenía en el equipo.
Su plan pasa por esperar pacientemente mientras el conflicto abierto entre ambos desgasta al propio Solari, cuyo proyecto deportivo no convence al Bernabéu. Solari se la juega en el Mundial del Clubes. Si fracasa, su cabeza podría rodar en enero. Isco no hará lo más mínimo por conseguir la victoria. Eso sí, en caso de que el argentino caiga, acudirá solícito a las órdenes del próximo técnico para reflotar al Real Madrid.
Isco se la juega a todo o nada. Porque si su plan sale mal, si Solari logra salir victorioso y cumple a final de temporada, Isco será el gran sacrificado de Florentino.