Estaba llamado a ser el nuevo referente del Real Madrid. El intocable de Lopetegui. El futbolista condenado a jugarlo siempre todo por ser el más desequilibrante –supuestamente– de la plantilla y grab protegido del presidente, Florentino Pérez. Pero no.
Gareth Bale rememoró los viejos fantasmas de Zidane este sábado en San Mamés. El futbolista galés no terminó el partido por decisión técnica.
Rondaba el minuto 75 cuando el cuarto árbitro dio entrada a Lucas Vázquez. El número reflejado en el luminoso era el 11 de Bale: al banquillo.
Julen Lopetegui renunciaba, así, a su máxima estrella para los 15 minutos decisivo del partido: donde se tenía que producir la remontada.
Y no llegó. Pese al gol de Isco ('64) a pase magistral del propio Bale para igualar el tanto inicial de Muniain ('32), los blancos no fueron capaces de anotar un segundo tanto en la casi media hora que se alargó el partido.
Lopetegui pierde la garra blanca
Ni siquiera supieron aprovechar el bajón físico que evidenciaron los leones del Athletic, asfixiados, pero con una fortaleza mental plenamente correspondida con la historia del club vasco. Hasta el punto que en los minutos finales generó más peligro el conjunto de Berizzo.
Le falta 'punch' a este nuevo Madrid de Lopetegui, que apuesta por mimar el balón al tiempo que pierde la garra, la épica y la casta que caracterizó históricamente al club blanco.
Uno de sus grandes males amenaza con ser, precisamente, esa apuesta por el juego bonito que tantos años lleva practicando el Barça y que Lopetegui empezó a imitar con la Roja. Sin embargo, su gran dilema será acostumbrarse a jugar contra defensas tan férreas y cerradas.
Bale tiene que ser uno de los jugadores que, por su verticalidad, pueda romper los esquemas del juego de toque y posición. Pero Lopetegui demostró que no termina de confiar en él.
El malestar de Bale
El rostro del galés era un poema cuando se dirigía al banquillo. Con cara de pocos amigos se sentó y evidenció su malestar por no poder participar en la remontada.
Julen apostó por Lucas en su lugar y por mantener a Benzema hasta el final. Sin embargo, tampoco se atrevió con Asensio por la derecha, donde demostró su versión más letal con España.