Atrás deben quedar la rivalidad entre Luis Enrique y Sergio Ramos. Al menos por el bien de la Selección. La llegada del técnico asturiano fue una revolución en la Federación. Un entrenador con mucho carácter, un estilo de juego afín a 'La Roja' y dipuesto a hacer cambios generacionales. Justo lo que necesitaba el equipo y, sobre todo, Luis Rubiales.
Tras el despido de Lopetegui y el batacazo posterior en el Mundial de Rusia, la selección necesita mano dura. La fama de Luis Enrique, al menos de puertas para fuera, es merecida. Los que lo han vivido desde cerca aseguran que es un tipo con carisma y amable, pero exigente. Se acabaron los buenos rollos y hacer la vista gorda. Se acabó la era Lopetegui.
Imponer su ley
Luis Enrique quiere dejarlo claro desde el primer momento. Él es el jefe y está al mando del equipo. Asumirá las críticas y se responsabilizará de las derrotas y las victorias. Jugar en el combinado nacional es un premio y Lucho quiere premiar a los mejores. El buen rollo entre compañeros debe ser fundamental, pero se acabó lo del grupo de amigos. Los elegidos para representar al país los decide él y no importa quién sea el que se quede fuera o cómo se llame.
Todos conocen a Enrique, pero pocos su metodología de trabajo --excepto Busquets y Sergio Roberto--. En su primer día de concentración las nuevas normas de la casa ya dejaron entrever que la selección no es para pasar el rato. En primer lugar, Lucho ha cambiado el horario. Se acabaron los entreno vespertinos. A las 9.00 desayuno y a las 10 entreno matutino. Una vez finalizado el entrenamiento en el verde, continúan en el gimnasio y se analiza al rival con sesiones de vídeo. Asimismo, las horas libres se acortan. Los vuelos serán directos a destino. Se acabó lo de parar en Madrid para visitar a la familia. Otro cambio, la tecnología. A Lucho no le gustan las redes sociales, ni la prensa. Quiere la mejor y mayor convivencia del grupo. El móvil queda restringido para las habitaciones, ni en ratos libres, ni en las comidas.
Primer saludo con Ramos
Hasta once jugadores son nuevos en las filas de 'La Roja', por lo que estos cambios se antojan como parte de la selección. El resto deberá adaptarse y Sergio Ramos, como capitán, deberá dar ejemplo. La polémica entorno al capitán y el seleccionador --dos personalidades muy fuertes-- puede ser una bomba de relojería, aunque unidos en un mismo propósito puede volver a llevar al éxito a 'La Roja'. El poder del capitán en la selección es indudable, pero es no es el jefe. Sus compañeros también lo tienen claro.
Marco Alonso remachó esa idea en los micrófonos de 'El Transistor' de Onda Cero. Cuestionado por quién es el jefe, contestó: "El jefe es Luis Enrique". Se acabó la hegemonia de Ramos en las decisiones extradeportivas. El primer saludo entre ambos, compartido en las redes sociales por la Federación, el técnico intentó sacar su cara más amable y vacilona frente al capitán. Se acercó por detrás y le golpeó cariñosamente para su sorpresa después de saludar a todo el staff técnico. La conversación, que dura unos segundos, es algo tensa, pero es algo que podría concebirse como normal. No se conocen y todos los jugadores están expectantes. Incluso el capitán.
Ambos saben que se necesitan mútuamente, pero el seleccionador cuenta con el apoyo total del presidente de la Federación. Se acabó el supuesto cortijo de Ramos. Será una figura fundamental, pero no el jefe.