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El Barça va bien. Progresa adecuadamente, incluso en una noche de perros, con mucha lluvia y un rival desagradable como el Getafe. La fórmula Flick es el mejor antídoto contra las habituales turbulencias de un club ciclotímico, sustentado por un equipo de autor. Con el técnico alemán, Joan Laporta puede estar tranquilo. Las cuentas no son buenas, pero el socio se conforma si el Barça responde en el campo, ya sea en el Johan Cruyff, en Montjuïc o, algún día, en el Camp Nou

El regreso al Camp Nou, hoy, es la gran preocupación de Laporta. Su obsesión. En juego hay mucho dinero. Hay que rendir cuentas a Goldman Sachs y, también, a Spotify, para ingresar más dinero, el gran problema del Barça actual. El modelo económico se tambalea, pero no el equipo, que sueña con hacer historia. Como el de Johan Cruyff. O el de Pep Guardiola. Calidad hay. El cuadro catalán no solo intimida en la Liga con una superioridad aplastante, sino que también ha dado un golpe sobre la mesa en su primera prueba de fuego de la Champions League. En tres partidos contra el Valencia CF (6-0), el Newcastle (1-2) y el Getafe (3-0) el balance es demoledor: 12 goles a favor, uno en contra, y con la baja de la gran estrella Lamine Yamal.

El Johan Cruyff

El Johan Cruyff es un estadio muy coqueto, un escenario poco habitual para un equipo grande como el Barça, que con Hansi Flick se sobrepone a todos los obstáculos y problemas. Las tensiones de las oficinas contrastan con la felicidad del vestuario, con el técnico alemán como guía y desactivando las movidas que pueda haber en la plantilla.

Hansi Flick, en el Barça-Getafe EFE

Flick es un técnico tan perfeccionista y exigente como pragmático. También es tranquilo y sosegado, incluso cuando manda algún mensaje a sus futbolistas. Desactivó pronto un problema con Fermín y Gavi. También cantó las cuarenta cuando detectó que sus futbolistas se habían destensado. Su exigencia y formas amables son aplaudidas por Laporta, mucho más habituado a la confrontación.

Ferran Torres celebra su gol al Getafe EFE

En un club que vive al borde de un ataque de nervios, Flick aporta cordura y blinda el vestuario de las malas influencias. No entiende que el Barça  no juegue ya en el Camp Nou, pero detesta las excusas. 

La complicidad de Flick

Flick siempre busca la complicidad de sus futbolistas. Es un buen motivador y quiere quitarse la etiqueta de ser un técnico de recorridos cortos. Con él, Ferran es un delantero multiusos, sacrificado como nadie y goleador. También Pedri y Koundé son mejores. Incluso Gerard Martín juega con la tranquilidad de un crack.

Dani Olmo, autor del tercer gol del Barça EFE

Laporta sabe que Flick es su mejor compañero de viaje. El presidente busca dinero donde sea, ya sea en el Congo o en Qatar, pero nadie puede cuestionar su política deportiva. La cantera es un tesoro y, hoy, nadie se atreve a cuestionar el fichaje, por ejemplo, de Ferran, muy criticado, no hace tanto.

Rashford y Joan García

En verano, con el maldito Fair Play Financiero de la Liga atormentándole, el máximo dirigente también acertó con su apuesta por Joan García. Y con la contratación de Marcus Rashford, quien llegó a precio de saldo y con una opción de compra por 30 millones de euros. Menos de lo que costó Vitor Roque.

Rashford controla el balón contra el Getafe EFE

El Barça, hoy, sigue a dos puntos del Real Madrid, un equipo más pragmático y resultadista, que se encomienda a Mbappé, pero con menos recursos. Hoy, en Barcelona, nadie, o casi nadie, teme el nuevo proyecto madridista, un club con mucho más margen salarial, pero menos seductor.

La madriditis es un mal que ya no castiga a los culés. Al menos, de momento. El Barça de Flick ilusiona. Mantiene el deseo de la pasada temporada y sueña con una temporada mágica Quiere la Liga y, también, la Champions. Dos títulos con los que, definitivamente, pasaría a la historia. Y Laporta podría presumir de ser el único presidente que ha sido tres veces campeón de Europa.

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