La renovación hasta 2025 de Xavi ha sido la puntilla final con la que se ha cerrado el mercado de verano. Antes de hablar del protagonista, debemos tener en cuenta algunas consideraciones, siguiendo el hilo de mi artículo de la semana pasada. La relación de Xavi con la directiva azulgrana llevará más de un quebradero de cabeza y promete, si las cosas no cambian, ser un culebrón apasionante sobre su desenlace.

Vaya por delante que los resultados que consiga esta temporada pueden condicionar el final de este cuento. Pero, a priori, la mínima exigencia que se le pide al de Terrassa es reeditar el triunfo de una Liga totalmente paupérrima en los últimos tiempos donde el único aliciente es, de forma puntual, los clásicos con el eterno rival, el Real Madrid. También ganar alguna Copa del Rey o Supercopa que como operación de maquillaje siempre ayuda y, especialmente, no volver a hacer el ridículo en Europa. Ganar la Champions no entra en la carta de exigencias, pero sí no terminar antes de tiempo jugando contra rivales de la Europa League y dando pena. A partir de aquí, la línea de propósitos acaba resultando, a medias, ambiciosa y constituye un legado continuista que tampoco hace vibrar a las masas.

La pieza fundamental de todo ello, pase lo que pase con los títulos, es desplegar un juego más atractivo que no aburra a las cabras. En este reto, lo más importante era configurar una plantilla de acuerdo a las mínimas exigencias de Xavi. Pero no ha sido así. Las operaciones con la sombra del representante Jorge Mendes y Deco en el cuerpo técnico son más grandes que lo que pueda decir Xavi. Y los ejemplos claros son la entrada de un Joao Félix que el míster nunca ha pedido y la marcha de un Abde al Betis con el que confiaba personalmente al 100%. Así pues, tal como hemos visto en los primeros encuentros antes del parón por selecciones, seguimos un poco aburridos con el juego de los azulgranas. Pero Xavi puede justificar de puertas para dentro que el proyecto se parece demasiado poco a lo que había pedido para reforzarlo.

Con el combo perfecto entre la idea del primero y segundo párrafo, llega el desenlace final: un Xavi poco escuchado en la directiva actual que se aferra al prestigio que tiene como leyenda azulgrana en su etapa de jugador. Aunque necesitaría más para demostrar su talante al completo. Esto puede comportar serios problemas para llegar hasta el 2026. Los contratos en el fútbol acaban siendo mayoritariamente papel mojado. Y este tampoco sería una excepción. Que a nadie le extrañe si esta puede ser su última temporada, todo depende de la suerte y los resultados. Xavi era una apuesta de otro candidato en las últimas elecciones, Víctor Font, pero en ningún caso del actual presidente Joan Laporta. Y quien olvide este detalle, omite muchas respuestas.