Barcelona y el Camp Nou se tiñeron de blanco. Miles de seguidores alemanes, unos 30.000 según los Mossos, se desplazaron a la capital catalana para un partido muy esperado en Frankfurt. El Eintracht se enfrentaba al Barça en los cuartos de final de la Europa League, tras muchos años de frustraciones y desencantos de su afición. Y muchos pagaron auténticas locuras en la reventa para ver un partido especial. Cualquier sacrificio valió la pena. El Eintracht eliminó al Barça y su hinchada tomó el coliseo azulgrana, para frustración de muchos socios barcelonistas.
Desde primera hora de la mañana, una marea blanca inundó las calles más céntricas de Barcelona. La Rambla fue una fiesta alemana. También la Plaza Reial. Los cánticos podían escucharse a mucha distancia. Muchos jóvenes viajaron desde Alemania, pero también familias. "Ya nos tocaba enfrentarnos a un equipo tan grande como el Barça", comentaba Mark, acompañado de su esposa y un chaval de 15 años. Los tres, vestidos con camisetas del Eintracht. Las de color blanco. Las negras las dejaron en su país.
Muchas cervezas y alguna patada
A medida que se acercaba el partido, los alemanes se desplazaban hacia el Camp Nou. Algunos, en metro. La mayoría, andando. Y las calles próximas al Camp Nou se abarrotaron muy pronto de hinchas germanos, que saciaban su sed con muchas cervezas. Alguno incluso aprovechaba el tiempo de espera para dormirse en una parada de autobús. Otros se dedicaban a dar patadas a los autobuses y hubo alguna pelea en las inmediaciones del campo.
A las 19:30 horas, el Barça abrió las puertas del Camp Nou y los aficionados del Eintracht subían escaleras hasta la zona más alta del estadio. Más de 5.000 hinchas germanos estuvieron agrupados en la tercera grada. Muchos otros, dispersos por el resto del campo. Por un día, el Camp Nou fue blanco. Muy blanco.
Ruge el Camp Nou
A las 20.20 horas, los jugadores del Eintracht saltaron al campo. Y el Camp Nou rugió como pocas veces, vitoreando a sus futbolistas y abuchenado a Ter Stegen, el portero germano del Barça.
Cuarenta minutos después comenzó el partido, prsenciado por 79.468 espectadores, y los hinchas del Eintracht vivieron una noche inolvidable. Los decibelios se dispararon con los goles de Kostic y Santos Borré en la primera parte. Y alcanzó su cénit con el tercer tanto de Kostic y el pitido final. Su euforia contrastó con el malestar de algunos aficionados del Barça, que se marcharon a sus domicilios, molestos con tener a unos vecinos tan fogosos. Y el malestar fue mayúsculo entre los miembros de la grada de animación, que abandonaron sus localidades y se declararon en huelga durante 10 minutos de la segunda parte. El Barça estuvo ausente mucho más tiempo y fue un mero invitado de la fiesta del Eintracht.