Impotencia en el Camp Nou. Un Barça muy ambicioso pero totalmente inofensivo se estrelló ante un Real Madrid (1-2) con más argumentos futbolísticos. La velocidad de Vinicius y una aparición estelar de Alaba penalizaron al grupo de Koeman, que recibió la puntilla con un remate final de Lucas Vázquez. Todavía queda un mundo, pero la Liga pinta mal para un Barça muy limitado técnicamente. Sin un futbolista genial ni un goleador, es un equipo muy previsible.

El Barça, no hace tanto, era el gran equipo de España. Había ganado 8 de las 11 Ligas disputadas entre 2008 y 2019, pero su decadencia comenzó con el triplete de 2015. La magia de Messi maquillaba muchos problemas, pero agrandaba otros. Año tras año se retrasaba la renovación de una plantilla con muchos egos, con sueldos excesivos y motivaciones mínimas, hasta que reventó todo con la dimisión de Bartomeu. La llegada de Laporta auguraba grandes cambios, pero el Barça no evoluciona sino que involuciona. El Madrid, sin grandes alardes, ganó casi por oficio en el Camp Nou y abrió una brecha de cinco puntos.

Koeman, siempre cuestionado, fue atrevido en la elección. El técnico neerlandés se la jugó con Mingueza y sacrificó a Sergi Roberto con el objetivo de frenar a Vinicius. En el equipo titular del Barça había siete jugadores formados en las categorías inferiores del club, mientras que en el Madrid solo había un español: Lucas Vázquez.

La apuesta de Koeman

El Madrid, hoy, es un equipo más reconocible que el Barça, obsesionado con recuperar su identidad y castigado por sus tensiones financieras. A Koeman se le pueden reprochar muchas cosas, pero no su apuesta por la cantera. No por esperada, fue meritoria la titularidad de Gavi, que nació un año y dos días después que Modric disputara su primer partido profesional. El croata, de 36 años, sigue siendo el futbolista que da sentido al juego madridista, mientras que el Barça busca nuevos referentes tras la traumática salida de Messi en verano.

Sergiño Dest y Vinicius protagonizaron uno de los duelos del clásico / EFE



Sergiño Dest y Vinicius, en un lance del clásico del Camp Nou / EFE

Con un Camp Nou lejos del lleno (86.422 espectadores), pero con una afición totalmente entregada, el Barça arrancó con mucho desparpajo, apretando arriba, con Ansu Fati como delantero centro y Memphis ubicado en la banda izquierda, a la espera de Jordi Alba. Tenía más nervio el grupo azulgrana, empeñado en convertir el clásico en un duelo más emocional que estético, mientras que el Madrid comenzó más pausado, esperando algún desajuste rival para atacar la portería de Ter Stegen. Lo encontró en una acción individual de Vinicius que pidió penalti tras un leve contacto de un Mingueza desbordado dentro del área.

El error de Alaba

Controlaba el Madrid y aceleraba Vinicius, una pesadilla constante para Mingueza. Sufría el Barça, que apretó los dientes y también tuvo una clara ocasión de gol en una contra que desaprovechó Dest, con Courtois rendido en el suelo. En pleno intercambio de golpes, quien pegara marcar tendría mucho ganado y fue un teórico actor secundario, Alaba, pretendido también por el Barça hace unos meses, quien batió a Ter Stegen con un zapatazo cruzado en el minuto 32.

El Barça reaccionó con más orgullo que ideas ante un Madrid que se encontraba cada vez más cómodo. Empujaba Busquets, pero Memphis no tenía el día y el equipo de Ancelotti se encontraba cada vez más cómodo, protegiéndose en defensa y buscando espacios en la adelantada defensa azulgrana. Con sustos en ambas áreas pero sin novedades en el marcador se llegó al descanso.

Entra Coutinho por Mingueza

Koeman prescindió de Mingueza en la segunda parte y recolocó a Dest como lateral. Gavi se situó en la derecha y Coutinho jugó como media punta. El Madrid reculó, convencido de poder contrarrestar a un Barça persistente pero con pocos recursos para penalizar su buen orden.

El Madrid, con más empaque, fue agotando al Barça, pero perdonó en dos remates de Vinicius y Benzema. Con las constantes vitales tocadas, pero todavía con vida, el equipo azulgrana confió en alguna aparición milagrosa de Ansu Fati que poco a poco se apagó. Ausente el delantero hispano-guineano, al Barça solo le quedaba el orgullo. O una pillería del Kun Agüero. O un remate milagroso de Luuk de Jong. Argumentos muy pobres que apenas inquietaron a Ancelotti, que festejó su primera victoria en el Camp Nou con el gol de Lucas Vázquez en el tiempo de añadido. El tanto final del Kun Agüero solo fue una anécdota que apenas pudo maquillar el drama barcelonista.