Ovación y número diez ha sido sinónimo de Leo Messi en los último 15 años en el Camp Nou. Sin embargo, fue Ansu Fati el que acaparó todos los focos. El canterano volvió tras diez meses apartado por una lesión de menisco que le dejó en el dique seco durante 10 meses y su retorno no pudo ser mas esperanzador.
Regreso soñado
Fati respondió con creces a las expectativas que había generado su regreso. El delantero no paró de encarar y de buscar el gol durante los 15 minutos que disputó. Finalmente logró su recompensa en el minuto 90 cuando batió a Aitor con un disparo raso y seco a la derecha del portero.
Ansu se fue a celebrarlo a la grada con fisios, doctores y familia en una imagen muy emotiva después del calvario que ha vivido. “Me acordé del equipo médico y de toda mi familia que tanto apoyo me ha dado. También valoro y agradezco mucho el apoyo de la afición", declaró.
Humildad y cautela
El cambio de ciclo lo encarna perfectamente el joven jugador. El Barcelona tiene un nuevo 10, en condiciones normales la responsabilidad de portar este dorsal haría temblar a cualquier jugador. No es el caso de Ansu que más que una carga aseguró llevarlo con “orgullo”. También se mostro agradecido a los capitanes y al club por darle la oportunidad de llevarlo. Lejos de crecerse, Fati se mostró cauteloso ante tanta euforia y señaló que él “solo es uno más” y que “intentaré sumar lo que pueda cuando el míster me dé la oportunidad... tendré que ganarme los minutos”.
Regresa con ambición el canterano que no compra el discurso del “esto es lo que hay”. Tras el partido se mostró dispuesto a pelear por todo y afirmó que “somos el Barça y vamos a pelear por la Liga, por la Champions y por todas las competiciones. Tenemos que pelear por todo". Ansu resulta ser el mejor antidepresivo para un Barça que estaba deprimido. El club necesita más que nunca un heredero al 10 de Messi que le devuelva al olimpo del fútbol.