El pasado martes se cumplieron 50 días desde que se anunció que Quique Setién era el elegido para ocupar el banquillo del Barça tras la destitución de Ernesto Valverde. Medio centenar de fechas, con importantes imprevistos durante el camino, que han obligado al técnico culé a modificar alguna de sus ideas más extremas que anunció en su presentación.
Setién, en su presentación con el Barça | EFE
Delante de Josep María Bartomeu y Eric Abidal, el santanderino llegó al Camp Nou definiéndose como un enamorado del Cruyffismo, y defendiendo el papel de la cantera. Comentó que los resultados eran importantes, pero también la forma en la que se conseguían. Aseguró un cambio en el conjunto azulgrana que solo ejemplificó en sus primeros encuentros, y con el paso de los días, ha sufrido una involución notable, hasta liderar a un equipo con pocas diferencias respecto al que dejó su antecesor.
Estilo pragmático y poco desequilibrio
Setién llegó al Barça por todo lo grande. Ante las sospechas de cierta desidia de la plantilla duplicó las sesiones de trabajo durante las dos primeras semanas e incluso se atrevió a cambiar el dibujo táctico. Arrancó con el clásico 4-3-3 pero ya ante el Ibiza y el Valencia se arriesgó a jugar con tres centrales con dos sistemas distintos. El experimento salió regular tirando a mal, ganando por los pelos ante el cuadro isleño y perdiendo con claridad en Mestalla.
Precisamente, esta derrota ante el equipo ché provocó un toque de atención de la directiva y las críticas de la afición, lo que sirivió a Setién darse cuenta de lo importante que son los resultados en can Barça. En este sentido, dejó de lado las pruebas y apostó de nuevo por el esquema tradicional, con el que llegaron de nuevo las victorias. No obstante, la mentalidad del santanderino ya había sido corrompida.
Setién, en su presentación en el Camp Nou | EFE
Y con la llegada de los duelos decisivos, Setién copió a Valverde. Ante Nápoles y Real Madrid, apostó por cuatro centrocampistas y dio galones a Arturo Vidal, con el objetivo de reforzar el apartado defensivo. No solo no funcionó, sino que además este planteamiento trajo consigo un Barça pragmático, poco profundo y sin desequilbibrio. Un conjunto azulgrana dominador de la posesión, pero incapaz de hacer daño al rival con el balón. Un Barça muy similar al del Txingurri.
¿Y la cantera?
Esta regresión por parte de Quique Setién también se produjo en cuanto a sus ideas sobre la cantera. Llegó declarando que cualquier futbolista, aunque fuese del filial, podría tener oportunidades si trabajaba en los entrenamientos. De hecho, su fichaje fue una bocanada de aire fresco para Riqui Puig, que a primeras de cambio ya fue incluido en dinámica del primer equipo y tuvo minutos por primera vez este curso.
Setién, junto a Riqui Puig en el entrenamiento | EFE
Sin embargo, de nuevo, el cántabro volvió a traicionar a sus principios. Riqui desapareció de las convocatorias tras un mal partido ante el Ibiza, y no ha vuelto a tener la confianza del míster. Un caso parecido al de Ansu Fati, que tras la llegada de Braitwhaite, ha perdido mucho protagonismo en la delantera azulgrana.
Por tanto, 50 días donde el Barça ha tenido un nuevo entrenador, nuevos refuerzos, pero no ha cambiado prácticamente nada de cuando Valverde estaba en el banquillo. Tras su llegada, Setién provó muchas cosas. Sin embargo, parece haberse quedado con la peor de todas: el seguir el mismo camino por el que apostó el Txingurri, y que muy bien no le fue, ni a él ni al equipo.