Ousmane Dembelé volvió al once y lo hizo de la mejor manera. Incisivo, veloz, y con gol. Su actuación ante el Sevilla, sentando a Griezmann por primera vez en el banquillo, dio crédito a la apuesta de Ernesto Valverde y también avaló sus cualidades físicas y técnicas. Es un puñal por la banda y su dominio de las dos piernas una incertidumbre constante para los defensas.
De hecho, de esa perfecta habilidad, se zafó de la defensa para batir a Vaclik y poner el 3-0 en el marcador antes de concluir la primera parte. Dembelé volvió a la titularidad tras recuperarse de su lesión y lo hizo con galones. Se adueño de la banda izquierda con Semedo como acompañante e intentó nutrir a Messi y Suárez de centros. No llegó la asistencia, pero sí dejó muy buenas sensaciones en el verde, aunque como viendo siendo habitual, intermitentes.
Su gol, además, fue el 300 de la era Valverde en el banquillo del Barça en 129 partidos oficiales con los que se han conseguido 87 victorias, 28 empates y sólo 14 derrotas. Un técnico que pese a las dudas que genera en algunas facetas del juego es una de las apuestas del Txingurri siempre que está disponible.
Delicatessen y torpe
Su gol, fruto de la velocidad y el desequilibrio, fue propio de un world class. Regate, definición perfecta y sangre fría en un disparo de una técnica envidiable. Algo que contrasta con otra de las acciones claras que tuvo el galo. Corría el minuto 68 cuando una jugada con Arturo Vidal le dejó solo ante el guardameta sevillista. Optó por potencia antes que colocación y mandó el esférico a la tercera gradería. La primera parte fue de sobresaliente, pero la segunda acabó pasando factura al delantero. Cansancio físico y mental y un carácter hasta ahora nunca vistos.
Una foto de Dembelé durante el partido contra el Inter de Milán / FCB
Un error que ya cantaba como gol el Camp Nou a escasos metros de la línea de meta. Un error que se suma a la inexplicable expulsión por roja directa. Se acercó a Mateu Lahoz --que tampoco tuvo su mejor noche en el Camp Nou-- para recriminarle su decisión de expulsar a Araújo con un "Eres muy malo, muy malo". Desconsideración al árbitro y a la calle. Unas palabras que podrían costarle de uno a dos partidos, a falta de conocer la sanción definitiva del Comité Arbitral y que abre otra polémica.
¿Es demasiado insensato o simplemente tiene muy mala suerte? Las palabras que espetó al colegiado son justificables de una expulsión, pero le faltó picardía. Otros jugadores azulgranas cuentan con mayor experiencia para lidiar con ese tipo de situaciones y su salida del verde no puso en jaque la victoria azulgrana, pero en otro escenario más incierto o con un marcador más ajustado hubieran supuesto un contratiempo para el equipo.
De una noche de ensueño, acabó siendo casi una pesadilla. Desacertado de cara a portería y con una roja directa camino al túnel de vestuarios. La cara y la cruz en un mismo jugador que debe encontrar la regularidad lo antes posible.