Ousmane Dembelé volvió a vestirse de corto tras cinco semanas en el dique seco y lo hizo casi por obligación. Su salida al campo estaba pactada, pero las molestias que sintió Leo Messi obligaron al argentino a quedarse en el vestuario a la media parte. Valverde recurrió entonces al francés, por delante de Ansu Fati --que eclipsó al resto posteriormente-- y respondió aunque tímidamente. 

Sin la ovación que sí recibió el juvenil, Dembelé entró en silencio, acompañado de algunos aplausos, y respondió con lo que mejor se le da. Los espacios, la velocidad y el desborde. En apenas siete minutos puso el gol en las botas de Griezmann --que erró la volea-- y otro que Luis Suárez también falló. 

Levantó al Camp Nou como en jugadas pasadas desde la banda derecha, pero se fue apagando según pasaron los minutos. Tras dos jugadas de estrella mundial, el Mosquito se diluyó en el encuentro. Volvió a errar en el pase, en la toma de decisiones y apenas volvió a encarar a una defensa que sufría ante su velocidad.

Forzado

Su aparición no estaba prevista para 45 minutos, pero la baja de Messi le obligó. Dio otro tono y otra velocidad al ataque azulgrana con una sensación de peligro constante, pero a la que no dio continuidad. Estuvo inspirado en el uno contra uno, pero no se entendió con el resto de sus compañeros en algunos desmarques. 

Ousmane Dembelé en un partido con el FC Barcelona / EFE

Ousmane Dembelé en un partido con el FC Barcelona / EFE

También perdió balones por falta de clarividencia que obligaron a recular al equipo, aunque la rápida presión colectiva permitió al conjunto catalán rehacerse. Valverde optó por el francés para darle algo de rodaje pensando en Getafe, pero se notó la falta de físico. 

 De hecho, Valverde descartó una sobrecarga, pese a que algunos medios apuntaron a que podría sufrir algunas molestias fruto del esfuerzo. Motivo por el cuál quizás dio un bajón en el tramo final. Dembelé está de vuelta, pero el camino a seguir son sus primeros diez minutos, no el resto.